UN RECORRIDO DIFERENTE POR EL CEMENTERIO DE GUAYAQUIL


 

Acompáñeme a este recorrido por nuestro cementerio guayaquileño, lleno de historia y de interesantes detalles que al ojo más observador no escapan. 

 

Inicio mi recorrido filosofando, ya que es inevitable hacerlo en este lugar. Y debo reconocer que la quietud y el silencio ayudan mucho a desconectarse de la bulla cotidiana. La mente humana es fascinante, también es manipulable y voluble. La llenamos de ideas en el transcurso de nuestra vida para terminar a merced de la sugestión y la susceptibilidad. Los sentidos pueden ser engañados, pero el engaño siempre lo permite uno. Así, luego de esta ligera reflexión, doy el primer paso.


Los recovecos del panteón invitan a ser atravesados con sigilo y respeto, las personas timoratas deben quedarse en casa. Camino por un largo pasillo cercano a la puerta 2 y al fondo veo una silueta de una persona sentada, avanzo con algo de curiosidad, un deudo rezándole a su ser querido es quien se devela en esa tranquila mañana. El señor murmulla un rezo mientras sigo mi camino. 




 




 



Avanzo por el pasillo adornado de flores amarillas a manera de arco que me conducen al cementerio judío. Las piedritas sobre las lápidas judías no pueden faltar. Salta a mi mente las escenas finales de La lista de Schindler. La diferencia de poner piedras en lugar de flores es que no puedes medir el tiempo en que estuvo la última visita en cada tumba. 


Sigo caminado, el sol no da clemencia y se refleja en el mármol cegándome, es hora de sacar las gafas. Me paro frente a la avenida de palmeras en la puerta 3. Me imagino la vieja capilla que existía donde hoy se ubica el impresionante mausoleo a Vicente Rocafuerte. Las palmeras tienen un solemne aspecto que combina lo majestuoso y lo tropical. Estas son nuevas palmeras, las de mis fotos que llevo de referencia me muestran esa antigua costumbre de pintarlas de blanco desde la base hasta un metro de altura, como muchos árboles en parterres y calles de la ciudad. 








Me paro frente a un mausoleo de un apellido muy conocido: Arosemena. Construido en estilo neoclásico que evoca grandeza y poder. Siento ser observado, y veo sombras. Nada que me incomode, todo en esta vida tiene una explicación lógica. Avanzo en mi recorrido constatando los daños en varias estatuas. Las lluvias han creado pequeños charcos donde las aves beben apuradas por la presencia de los depredadores, la muerte es una constante para todos.








Advierto que en algunos nichos hay pequeños objetos que han sido depositados recientemente. Son frutas, algunas frescas, otras podridas. Encuentro cajas de fósforos, y en otros casos dulces y caramelos. ¿Serán ofrendas o solo basura? pues también hay botellas plásticas de agua y bebidas energizantes. ¿Un fantasma necesita hidratar

Existe una breve fábula que nos cuenta sobre un occidental quien visita un cementerio en China, donde acostumbran dejar platos de comida en determinadas festividades, el occidental le pregunta a un chino: 

- ¿Ud. cree que los muertos saldrán a comerse eso? 

Y el chino de manera paciente le responde: 

-¿Y Ud. cree que sus muertos salen a oler las flores que ustedes dejan en sus tumbas?


Costumbre que se comparte también en Ecuador, y me refiero a la comida, en los pueblos con alta población nativa. Los mestizos de las ciudades nos quedamos con las flores.













Depende de la época del año que se visite el camposanto, uno percibirá el ambiente cambiante en su atmósfera. Al culminar la temporada de lluvia los pasillos se inundan de un embriagador olor a mango podrido. 


El cementerio es un hermoso jardín y un huerto que ofrece delicias que evocan nuestros años mozos llenos de travesuras: mangos, grosellas, chirimoyas y fruto de pan. Hay guabas, limones y naranjas; y algo que forma parte de nuestra identidad guayaca, las infaltables “cirgüelas”, ya como adulto aprendo que lo correcto es ciruela, y que la nuestra es muy diferente a la que consumen a otros países. 










Deambulando por otro sector me percato que me observan, y hasta se escucha al viento mecer las ramas de los árboles de suche dejando caer sus flores como si se tratase de la apertura de un matrimonio. Flores, flores para los muertos. Los vendedores afuera del cementerio pregonan los mejores precios para los coloridos ramos. En la necrópolis hay otro tipo de flores, más artificiales, pero no menos hermosas. Son de mármol que adornan muchas lápidas y mausoleos. 


No todos los mortales tienen la fortuna de los viejos Gran Cacao para adornar sus tumbas con prestigiosas rosas de Carrara, también abundan las rosas plásticas que adornan varios de los nichos, en otras son tiras de florcillas chillonas como alegorías pueblerinas.












La memoria es frágil, en algunos casos no basta su recuerdo, también queremos verlos, para eso algunas lápidas exhiben algunos relieves de aquellos que se han ido. En otros casos, sus pequeñas fotos simulando sobrios relicarios descansan en la tumba del finado. 























La conciencia humana urge darle un sentido a la existencia. La fe complementa esa urgencia, nos apacigua, nos calma y nos da las respuestas que necesitamos. Incluso, sin darnos respuestas podemos encontrar paz, ya que así nos adoctrinaron. Ángeles por doquier encuentro a cada paso, desde las magnas estatuas traídas desde Italia, hasta los angelitos pintados en las lápidas más modestas. 










 

Ángeles, santos, vírgenes y varios querubines desfilan ante mis ojos. Poderosas siluetas femeninas aladas señalan los nombres de aquellos personajes que vivieron a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX. Jovencitos andróginos con sus alas desplegadas o en actitud de oración se hallan siempre en las tumbas más antiguas. Me quedo observando una hermosa réplica de La Piedad de Miguel Ángel en una lápida muy reciente.















Llego a un bloque de la Colonia China, y recapitulo, recordando a muchos de los extranjeros que vi durante mi recorrido, e imaginar lo que sería morir en un lugar lejos de la tierra donde creciste. 

 

Veo tumbas con epitafios en otros idiomas, en algunos casos la traducción en la cara opuesta de la lápida.























Quien revisa la historia de su ciudad podrá reconocer en este recorrido personajes que se destacaron, algunos para bien, otros para mal. Los comerciantes y terratenientes son los que tienen los mausoleos y tumbas más imponentes, su poder económico les permitió dejar de herencia no solo un linaje y fortunas, algunas fueron conservadas, otras fueron despilfarradas, también dejo para los visitantes un testimonio exquisito que observar. 


Mientras los ángeles de mármol solo suplican por las almas de los gran cacao, las cruces en el cerro con suerte tendrán un ramo de flores plásticas o una florcita seca que se ira confundiendo con el monte.

 

Reconozco a Pedro Carbo, Francisco de Marcos y a Vicente Rocafuerte quien luce serio desde lo alto de su edículo, una lápida con un apellido que evoca un conocido almacén y me detengo en la tumba del famoso Conde Mendoza, que a mediados del siglo XX dio mucho de que hablar, la estatua que la adorna se cubre la cara de tanta vergüenza ante la marisma de chismes que aún se revuelven en la provincia de Los Ríos. 





























Si el Grupo de Guayaquil tenía como lema: “Cinco como un puño” me encuentro frente al creador de tan potente slogan, Enrique Gil Gilbert, quien lo pronunció al morir Joaquín Gallegos Lara. 


Enrique Gil Gilbert y su esposa, Alba Calderón de Gil, descansan juntos a la sombra de los árboles, casi escondiéndolos en una simple tumba descuidada y casi desapercibida. 







Imágenes arcanas, símbolos profanos, signos protocristianos y alegorías perennes aparecen de manera caleidoscópica, la investigación nos revelará su significado. La lectura nos ayuda a desentrañar los misterios grabados en la dura piedra, dejando a flor los sentimientos de los deudos y mucha de la información de quien ahora reside en el panteón.




















Mi mirada atisba hasta donde permite la seguridad de cada mausoleo. Veo catacumbas, criptas y sarcófagos. Trato de no molestar el sueño eterno y ni romper con la solemnidad de este recinto consagrado. Las sombras siguen paseándose y yo sonrió. La ventaja de no ser supersticioso es que no te asusta lo que no existe. 


Ante mí se presenta una lápida con una gloriosa corona doble de flores hecha en precioso mármol donde descansa un matrimonio. Me llama poderosamente la atención otra lápida con un nombre que coincide con un presidente cuya morada está en la puerta 13 de este cementerio. Recuerdo la anécdota de una amiga que recorría el cementerio y al ver la tumba de una persona con su mismo nombre, fue presa del pánico y la pena, consumida por una leve depresión, hasta se le quebró lo voz. Extrañado la veía pensando como hubiera reaccionado yo en ese caso. 














Entre lo que esperamos encontrar en un cementerio, también se presenta lo inusual, lo discordante y lo extraño. Una oscura tumba doble, como si se tratase de un artefacto tecnológico demasiado moderno se impone en los pasillos. Por ahí asoma un crucifijo minimalista hecho de fierros en lo alto de un modesto mausoleo. 


Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue una pequeña lápida con el nombre de dos mujeres entre las antiguas baldosas en el piso de un viejo corredor. Misterios que traen más misterios, y eso que sin cubrir el 15 % de todo el camposanto, se encuentran las cosas más insólitas, que más habrá por descubrir con lo que me falta por recorrer.

















Es innegable el contraste en el ensamble de estilos y escuelas estéticas que chocan y van cambiando mientras uno avanza de puerta en puerta. El artista que se impone es Pacciani, con sus togas, sus rosas y la delicadeza de sus esculturas angelicales, notoria en las manos y pies,  como si el mármol cobrara vida. Veo un jarrón de su autoría y no puedo evitar fotografiarlo.

 

Cada detalle nuevo llama poderosamente mi atención, como un relieve del mapa de Ecuador en un mármol rojizo que ya el tiempo ha malogrado y más pareciera un trozo de carne sanguinolenta, como una trágica analogía que aun nos duele recordar. 
















Sin darme cuenta llego a una pequeña elevación, veo al Viejo Luchador en su mausoleo a lo lejos. Recuerdo la reciente disputa por la ubicación definitiva de sus restos. Se llegó a un fallo salomónico y nadie le pregunto a él que pensaba de esta agria disputa sobre donde quería descansar. Me despido de Alfaro buscando más sorpresas en nuestra necrópolis. 









Hay un deleite en mi paseo matinal, es la contemplación de los detalles en las estatuas y esculturas. La fineza de imitar una enredadera con sus flores y hojas, o ver el escorzo de las figuras humanas, en la reproducción de las manos, los dedos y las uñas,


De pronto, esos espectros que solo podía percibir con mi vista periférica y que me han estado siguiendo desde el inicio se hacen presentes.










Son muchos, son gráciles y en su mirada se adivina como te juzgan por la insolencia de invadir sus territorios, son los gatos que se afincaron en el Cementerio Patrimonial, además hay iguanas, que son las más díscolas, incluso una se hallaba muy oronda en una reja de una lápida tomando la brisa.


Los gatos son residentes carismáticos, dueños de los pasillos y se dedican a vagar muy señoriales por todos los rincones según su apetencia y no olvidemos, también son depredadores de la avifauna endémica. 













Me despido del cementerio, cavilando sobre el encanto que me induce a visitarlo y aunque parezca un lugar inmutable, las pequeñas diferencias entre cada estación, el clima, la iluminación o mi propio ánimo, crea una sensación diferente en cada nuevo recorrido. 


Paso por la tumba de la niña Juanita, tenía algo más de un añito antes de fallecer, y descubro lo obvio, siempre le dejan algún regalito. Volveré muy pronto, a recorrer los pasillos del camposanto, entre el arte, la historia y la fascinación por regresar, hasta que me toque hacer la visita definitiva, donde yo pasare a formar parte de este lugar y alguien visite mi tumba para tomar una foto. Nos vemos.









Comentarios

  1. Fascinante experiencia y una excelente narrativa de tu visita al cementerio.

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  2. que increible. excelente. me encanta la narración.

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  3. Muy interesante el recorrido por el cementerio y con esa narrativa nos hace trasladarnos a ese lugar

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