LOS NUEVES PECADOS CAPITALES DE MEDARDO




Repasaremos una de las anécdotas menos conocidas de Silva, y es una que nos permite hacer un análisis, desde el punto de vista de sus – podemos decirlo – detractores, dada toda la mala intención con que fueron realizadas estas caricaturas. 

Era 1917 cuando Don Carlos Manuel Noboa suma a Medardo Ángel Silva al personal de la revista de edición quincenal “Patria”, en la cual se publicaban poemas, artículos de variedades y noticias de actualidad.








Silva aprovecha para lanzar no solo sus poemas, también escribe varios relatos y numerosas traducciones del francés y del italiano, además empieza a dar sus pininos en el periodismo.

Una de las secciones más vista de Patria era “La Quincena Cómica” (luego llamada “La Página Cómica”) donde se trataban con mucha agudeza y sentido del humor los temas del momento y los desaciertos políticos de la élite guayaquileña. Al inicio, quien estaba encargado de hacer las ilustraciones de esta sección era el catalán Francisco Nugué, luego tomaría la posta Virgilio Jaime Salinas, considerado el padre del entrañable Juan Pueblo, personaje que no hace falta presentarlo.

En el mes de febrero de 1918, S. Sáenz de Tejada, por aquel entonces encargado de la revista, esgrimió varios conflictos en contra de Silva, y de manera audaz, le pide a Salinas que en la sección de “La Quincena Cómica” haga una sátira titulada “Quiere Ud. Ser poeta modernista” compuesta por 9 viñetas que de manera incisiva atacan al poeta. 

Lo que vemos es una parodia muy directa hacia Silva, ridiculizándolo por su aparente enemistad con Sáenz de Tejada, y se agarra de cada estereotipo de los poetas modernistas, sumados a los defectos, según el autor, que adolece este insolente empleado.

Cada imagen es un dardo certero al ego de Silva, sin que jamás se lo nombre, pero el aspecto en cada dibujo es inconfundible, además de algún conocido del poeta, también arrastrado en aras del humor, y que aparece interactuando con Medardo. Y con seguridad, estos dibujos se alimentaron de los rumores, comentarios y chismes de sus amigos y allegados, ya que fue un colega de su lugar de trabajo, quien realizó los dibujos.




Explicado el tema, de por sí, toda una contradicción, ya que están ridiculizando a uno de sus propios empleados, empezaremos a describir, analizar e interpretar una a una las viñetas, que debieron ser lacerantes dagas en la autoestima del joven Silva.

Y antes de empezar este análisis, dejaremos en claro que, como todo análisis, siempre será subjetivo. 


SER DIFERENTE: Medardo usaba una corta melena que lo hacía destacarse ya desde su etapa colegial, cuando decidió tener el pelo largo, y fue motivo para enfrentarse a un maestro en el Vicente Rocafuerte. 

El joven Silva optó por crear su propia iconografía a la usanza de la moda de su época, que aun pesa hasta nuestros días. Y se aseguró una muy elegante y europea, hasta donde su bolsillo tan vacío le alcance.

El uso del pañuelo en la solapa, su corbatín bien puesto, su infaltable bastón, las polainas, y más que nada sus lentes, esos quevedos de marco de carey, muy caros, que mando a pedir a un amigo. Se menciona que esos lentes carecían de graduación, lo que nos lleva a la conclusión de que los usaba por “pose” o puede obedecer a la necesidad de reclamar la imagen de intelectual que tanto deseaba. 

La postura en la imagen nos denota un malestar, más psicológico que físico.






SER VICIOSO: Ya era motivo de chismes en la ciudad quienes eran los intelectuales entregados a las drogas en pretexto de la bohemia, el arte o simplemente el hedonismo. 

Señalarlos era fácil, y más aún, toda persona que se relacionara con ellos sería, ipso facto, culpable por asociación. Silva no pudo escapar a este prejuicio y se daba por sentado, si no lo era, tarde o temprano caería. Y si, algunos de los allegados a Silva lo fueron, como Simmonds. 

Opio, morfina, éter y la cocaína – por mucho tiempo recetada como medicina – eran los estupefacientes que se contrabandeaban en la ciudad, o podían ser conseguidos con la ayuda de algún médico cómplice. 

En el dibujo, Silva se halla en un trance de avidez tal, que no logra diferenciar la pipa de la jeringa, eso sí, el meñique levantado para no perder la clase, ni siquiera al drogarse. 




SER NEURASTÉNICO: Término caduco y caído en desuso, pero muy frecuente como diagnóstico a finales del siglo XIX e inicios del siglo pasado.

Lo más seguro, esta “dolencia” señala a todo el grupo de escritores y bohemios de la ciudad, más que de manera individual, pero bueno, le tocó a Silva.

Puede que si sea un rasgo distintivo de su personalidad, mostrarse desanimado y algo decaído, ya que, en descripciones hechas por sus contemporáneos, se menciona un reclamo a su destino por no tener los recursos económicos para, un intelectual como él, le proporcionen una vida más holgada y creativa. Y el contraste es más evidente si lo comparamos con los otros integrantes de la tan mentada “Generación decapitada”, todos de buena posición económica.

Llama la atención la perspectiva que sobredimensionan sus zapatos con sus respectivas polainas. ¿Será que le pesa tanto la vida?






SER ESTRAFALARIO: En una reunión se cuenta que Silva llegó usando unas sandalias levantando provocativos comentarios. Y quizás su inspiración fue alguna figura de Europa que él idolatraba. 

Para Silva, darse a notar era importante. Era infatigable enviando cartas y solicitudes a diarios, revistas y otras publicaciones para que sus versos vieran la luz. Cultivaba el arte de la música y hasta se menciona que realizó composiciones. Además, dominaba el francés, el italiano y el latín. No hay duda que era una persona culta, y quizás en su momento, solo quería llamar la atención de otras formas tanto en reuniones como en fiestas.

La caricatura lo muestra en modo arrevesado, zapatos, sombrero y el corbatín puesto al antojo, de alguien que hoy tildaríamos de payaso. Es interesante verlo usando el bastón, accesorio para darle más categoría, y que es mencionado cuando visitaba a su pretendida Rosa Amada. 






SER IMPERTINENTE: Y no solo impertinente, también “lamparoso”, o exagerado, al conversar sus intimidades al parroquiano desprevenido que se le cruce. Quizás sea una exageración, quizás sea cierto, son las cosas que hacen los amigos en confianza, en medio de esas tertulias sazonadas con charlas sobre revolcones con damiselas urgidas que también las había en aquella época.

Años después, ya en El Telégrafo, Medardo se lanza a la crítica social y la crónica urbana, y su mirada no es nada agradable, ni edulcorada. También recorre tugurios, prostíbulos y las zonas de las fincas, esos arrabales tan temidos en su tiempo. 

Para muchos, esta faceta de Medardo representa una manera de protesta en contra del clasismo de Guayaquil, de las zonas olvidadas, de la clase menospreciada y a la que no se le dedica ninguna línea en verso o prosa. Sin miedo al que dirán, también describe las miserias de las prostitutas, que quizás, entre verso y verso, terminaron en un suspiro orgásmico. 

Pero no solo lo tachan de “lamparoso” por sus intimidades, también por aprenderse de memoria aquellos autores que tanto admiraba como: Paul Verlaine, Amado Nervo, Leopoldo Lugones y el uruguayo Julio Herrera Reissig, Charles Baudelaire, Juan Ramón Jiménez, Emilio Carrere, Rubén Darío, Francisco Villaespesa, entre otros. En su momento, le criticaron que su estilo era calcado y por eso, fue ignorado.





SER GALÁN: En esta viñeta, Silva exhibe su notable afán de llamar la atención de las damas, siempre a través de su talento en las letras, ya que él no se consideraba agraciado, al menos no dentro de los cánones más tradicionales, ni tampoco podía colmarlas de regalos o asegurarles una buena posición económica dado sus escuálidos ingresos.

Se cuenta que Silva no desaprovechaba las reuniones sociales para enamorar a las doncellas, y siendo bajito y de piel morena, jamás se amedrentó a apuntar alto.

De seguro muchos poemas se habrán perdido en hojas de cuadernillos dedicados a esas guayaquileñas que encendieron el corazón del vate. 

Esta imagen dista mucho del Silva dedicado a una sola mujer, o que este embelesado en un único amor. Tenía 19 años y estaba en la flor de la juventud, así que no había razón para estar atado a doncella alguna. Queda la duda si ya frecuentaba a Rosa Amada Villegas, lo que, si es seguro, es que ya convivía con Angela Carrión, madre de su única hija, a las cuales no les dedicó ningún poema.






NO SER ORIGINAL: Esta viñeta dispara hacia varios puntos, empecemos con su aspecto, Salinas, sin piedad, lo dibuja demacrado, con su ropa vieja y raída, su aspecto desnutrido – cadavérico si se quiere – obedece a la clásica imagen del poeta que vive por el arte y para el arte, y nada más. 

Silva, sin tener la comodidad económica que deseaba, siguió su pasión por las letras, a pesar de la urgencia por dinero. Logró un puesto como docente que alternaba con sus trabajos en revistas y otras publicaciones, y a duras penas le alcanzaba.

Aquí lo vemos envuelto entre su inspiración y el humo del tabaco, divagando en los temas recurrentes de la poesía de aquella época: La muerte del cisne, o la sublime luna, compañera de las noches en vela de los bohemios.

El texto también señala el gusto musical de Silva, por aquel compositor polaco, ya que él también podía tocar el piano. 




SER “CHIRO” y PEDIGUEÑO:  Aquí no hay ninguna sorpresa sobre su estatus económico, pero más bien señala la creatividad, ladina si se quiere, de hacer rima para poder sacar algún préstamo. 

Ya habiendo señalado a Silva como un drogadicto y un galán, pues como buen enamorador seguro debía invertir algo en sus conquistas, lo rebaja al nivel de alguien interesado.

Esta viñeta esta muy relacionada con la siguiente.





SER AMNÉSICO, “por conveniencia”: La necesidad era grande, y a pesar de tener trabajo, Silva era mal remunerado. 

En 1918, en un hogar, hasta donde sabemos, conformado por su madre, su abuela y Angela Carrión, una joven oriunda de Alausí que vive bajo el cuidado de doña Mariana a pedido de unas religiosas. Y con tantas bocas que alimentar, la necesidad era apremiante.

De seguro debió recurrir a sus amigos para paliar sus necesidades, y seguramente, no siempre llegaba a cubrir sus deudas. El círculo de amistades de Silva estaba compuesto por intelectuales de familias acomodadas. Muchos le tenían gran aprecio, así que los préstamos no debieron faltar. 

La viñeta lo muestra muy orondo haciéndose “el loco” ante el reclamo de una “culebra”, mientras se escapa con un pucho en la mano y su característico bastón.




Al salir la edición de Patria con la infame caricatura la reacción no se hace esperar y Silva renuncia. A la semana siguiente se hace oficial su partida a través de una nota de la redacción. Sin duda, esta caricatura acrecentó la famosa hipersensibilidad de Silva que muchos de sus allegados han señalado.

Silva se reintegraría a la revista Patria en mayo de 1918 y se mantendría como director encargado entre agosto y diciembre de ese año, luego volvería a renunciar para laborar en diario El Telégrafo, en 1919, su último lugar de trabajo. 

Este compendio de caricaturas arroja unas tenues luces entre lo que podría ser una silueta desdibujada de este personaje. Entre exageraciones y verdades a medias, como una bofetada, Silva quedo en evidencia y aprendió, de la manera más dolorosa, que no podía confiar en todo el mundo.

En una caricatura posterior a la muerte de Silva, de manera muy amistosa, se ven juntos a Salinas y Silva. ¿Hubo reconciliación? o solo es una forma póstuma de hacer las pases de parte de Salinas. Queda la interrogante.














Comentarios

  1. Es evidente que los prejuicios de la sociedad hacia los poetas y la poesía, en general, no son un fenómeno del mundo actual. La figura estereotipada de los poetas modernistas sirvió de mordaz instrumento para sus detractores de entonces. Incluso, el periodista y ensyista Raúl Andrade, en su libro de ensayos literarios Gobelinos de niebla, alude más a su pobreza y al estrato social al que el bardo pertenecía quea a su talento literario.

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