EL TRISTE DESTINO DE LAS TORTUGAS GALÁPAGOS: LAS ALACENAS VIVENTES
Las islas Galápagos son un lugar que encierra misterio y tragedia, no solo para los humanos que se aventuran a pisarlas, también para sus inocentes especies animales que vivían en un salvaje equilibrio.
La depredación de las tortugas gigantes se ha perpetrado a lo largo de la historia del archipiélago, casi desde su descubrimiento y ha sido bien documentada. Entre sus principales culpables no solo tenemos a los piratas, los marineros y los balleneros, existe una amenaza actual: los coleccionistas.
Estos enormes reptiles bautizaron a estas islas cuando fueron descubiertas en 1535 como "Insulae de los Galopegos" (Islas de las Tortugas), ya que los primeros navegantes encontraron allí estas tortugas gigantes, a las que se refirieron como "galápago", la palabra utilizada entonces en español como "tortuga".
En la actualidad sólo quedan 13 clases de tortuga gigante en las Galápagos, cinco menos que cuando Darwin desembarcó allí. Se estima que entre 100.000 y 200.000 tortugas murieron a manos de piratas, balleneros y mercaderes desde el siglo XVII hasta el XIX. Ahora hay unas 50.000 tortugas en todo el archipiélago, donde antes habían unas 350.000.
Para inicar nuestra melancólica y triste historia debemos retroceder varios siglos atrás, cuando este puñado de islas no era visto como el paraíso natural que consideramos hoy, y solo servía de refugio para la escoria marítima del mundo occidental.
LA AMENAZA DE LOS FILIBUSTEROS EUROPEOS
Los piratas comenzaron a servirse de las islas Galápagos como lugar de refugio para esconderse de sus perseguidores, pues el archipiélago estaba situado estratégicamente en el océano Pacífico, situadas lo suficientemente lejos del continente como para ocultarse de sus enemigos, pero lo suficientemente cerca como para ser su base de asalto en la caza de los galeones españoles.
También llegaban las carabelas y los galeones españoles que transportaban los tesoros de las colonias, a refugiarse porque los perseguían barcos piratas. Todos llegaban para abastecerse de víveres, y por víveres me refiero a las tortugas. Además se las cazaban por su aceite, que se usaba para encender lámparas. Aun así, por la falta de recursos en las islas, los piratas se quedaban como máximo un par de semanas de corrido, ya que las tierras galapagueñas eran hostiles.
Ilustración que muestra la depredación de las tortugas marinas otros de los objetivos de muchos marineros para no morir de hambre en sus prolongadas travesías.
Si bien a los piratas se los recuerda como criminales, vagabundos, ladrones y… ¿cultos e interesados en la naturaleza? Uno no suele referirse a ellos de esta forma. Sin embargo, fueron estos ambiciosos navegantes quienes proporcionaron al mundo los primeros registros, crónicas e incluso observaciones científicas de las remotas islas Galápagos, mientras aterrorizaban las costas y mares del Pacifico.
Bien se puede afirmar que las incursiones piratas que usaban las islas Galápagos como punto de reabastecimiento de agua, carne y aceite de tortuga, la depredación de las Galápagos empezó de forma oficial.
Un siglo más tarde, tras el fin de la era de los piratas, el lugar de esos célebres forajidos fue ocupado por balleneros y cazadores de leones marinos, quienes abusaron de los recursos naturales locales al punto de casi extinguir algunas especies.
Las islas Galápagos fueron una de las principales "estaciones balleneras" del océano Pacífico hasta que una base ballenera fue fundada en 1819 en Japón. Sin embargo, el mal ya estaba hecho, las grandes pérdidas en la población de ballenas y leones marinos los pusó al borde de la extinción.
El número de tortugas disminuyó drásticamente, según las bitácoras de los balleneros, entre 1811 y 1844, se sacó a unas 15.000 tortugas de las islas para servir como alimento y para extraer su aceite.
Cuando los cachalotes, los leones marinos y las tortugas gigantes prácticamente habían desaparecido - y otros animales como las iguanas y los pingüinos también estaban amenazados - fue motivo suficiente para que los navíos de caza y pesca abandonaran la zona y se dirigieron a arrasar nuevas tierras y otras aguas.
ESPECIES INVASORAS INTRODUCIDAS POR EL HOMBRE
En 1813, el buque “US Frigate Essex”, a cargo del capitán David Porter, dejó sueltas cuatro cabras en la isla de Santiago; el número de descendientes de estas cabras sobrepasó rápidamente el de las especies indígenas de las islas y en la actualidad se les catalogó como especie invasora.
Hoy en día, las especies no nativas que los piratas y balleneros introdujeron en las islas, incluidos cerdos, perros, gatos y burros son una amenaza persistente, ya que se alimentan de huevos y crías de tortuga y compiten con las tortugas gigantes por el alimento.
Y la especie invasora más virulenta y peligrosa - además de los humanos - es la rata, por sus pequeñas diemsiones, su voracidad y su fecundidad, es quizás el más grande perjuicio que el hombre ha traído a las islas. Y siguen llegando, pues su principal transporte desde el continente son los barcos y no siempre cumplen con todos los protocolos de conservación.
Ilustración de las ratas abandonando un navío. Un mal presente en todas las islas donde arribaron los colonialistas europeos
EL NAVÍO ESSEX EN GALÁPAGOS
ISLA FLOREANA, 22 DE OCTUBRE DE 1820
Para reabastecerse de víveres para el largo viaje, el navío Essex - un ballenero estadounidense - zarpó hacia las islas Galápagos. La tripulación necesitaba arreglar una fuga grave y fondeó inicialmente frente a la isla Hood, era 1820. Durante una semana anclados, capturaron 300 tortugas gigantes para complementar las reservas de alimentos. A continuación zarparon hacia la isla Floreana, donde capturaron otras 60 tortugas. Las tortugas pesaban entre 45 y 363 kg cada una. Los marineros las capturaron vivas y permitieron que algunas de ellas vagaran por el barco a su antojo; el resto las mantuvieron en la bodega para su posterior consumo.
Creían que las tortugas eran capaces de vivir un año sin comer ni beber agua, aunque en realidad morían de hambre lentamente gracias a su lento metabolismo. Los marineros consideraban que las tortugas eran deliciosas y muy nutritivas, además eran fáciles de capturar y numerosas.
Mientras cazaban en la isla Charles, el timonel Thomas Chapple decidió provocar un incendio como broma. Era plena estación seca y el fuego se descontroló rápidamente. Los hombres corrieron al Essex, y casi toda la isla estaba ardiendo. El capitán Pollard juró vengarse del autor del incendio.
Muchos años después, el grumete Thomas Nickerson, quien estuvo en aquel incendio de 1820, regresó a la isla Floreana y encontró un páramo ennegrecido; observó que "desde entonces no han aparecido ni árboles, ni arbustos, ni hierba". Se ha sugerido que el incendio contribuyó a la extinción de la tortuga original y del ruiseñor de Floreana, que ya no habitan la isla.
EL HAMBRE DE LOS BUSCADORES DE ORO ESTADOUNIDENSES Y UN MENÚ ¿GALAPAGUEÑO?
Cyler Conrad es un investigador que lleva tiempo revelando sorpredente información sobre el impacto de la fiebre del oro californiana y su conexión con las tortugas de Galápagos.
Tras el descubrimiento de oro en Sierra Nevada (California) entre 1848 y 1849, la población de San Francisco había aumentado de 800 a casi 20.000 habitantes. Aunque existían varias rutas para los "navegantes" que se dirigían a los campos de oro, el viaje por mar era el más popular. Las rutas llevaban a los pasajeros a las islas Galápagos. Al igual que los balleneros antes que ellos, los navegantes encontraron tortugas galápagos fáciles de capturar, muy numerosas y muy sabrosas.
Cuando los barcos pasaban por las islas en dirección norte hacia San Francisco, paraban, recogían grandes cantidades de tortugas galápagos y las consumían durante el viaje o a su llegada a California. Un ejemplo de muchos describe el arribo de la goleta Roe a San Francisco en marzo de 1851 con más de 25.000 libras de carne de tortuga de Galápagos.
Anuncio promocionando sopa de aceite de cachalote, en Seattle, E.E.U.U.
Las tortugas de Galápagos se vendieron a precios enormes tras su llegada a San Francisco. Una vez ajustadas a la inflación, diecisiete tortugas que llegaron en 1849 se vendieron por más de 50.000 dólares. El proceso de "importación" también incluyó a las tortugas marinas por su delicioso sabor. Los buscadores de oro (conocidos como forty-niners en referencia a 1849) solían escribir descripciones como éstas:
- "Esta tortuga marina fue entregada con 320 huevos, y la sopa será sin duda eggscellent". - Autor desconocido (artículo de periódico), 1855.
Marineros esperando su rancho, que probablemente incluía carne de tortuga galápago.
Por desgracia, para las tortugas de Galápagos, su importación no solo iba al norte de California, a ciudades como San Francisco. También se consumían y llevaban muy al interior de E.E.U.U.. Al parecer, los galápagos eran muy populares en Sacramento y en las ciudades contagiadas con la fiebre del oro donde abundaban los anuncios que instaban a los comensales a devorar a los reptiles "importados" de Ecuador.
El menú que se menciona entre tortugas verdes, también estaba el "terrapin" que era como se referían a las tortugas galápagos en E.E.U.U. en aquel entonces.
Se han descubierto pruebas arqueológicas de restos de tortugas en el yacimiento de la época de la fiebre del oro en Thompson's Cove, situado en la costa original de Yerba Buena Cove, en el centro de San Francisco, California. En este yacimiento, se recuperó un hueso del brazo de tortuga de Galápagos que data de 1850.
Aunque los balleneros causaron impactos significativos en las poblaciones de tortugas de Galápagos, la fiebre del oro de California desempeñó otro factor nocivo y depredador en la eliminación de estos indefensos quelonios.
LOS COLONOS ECUATORIANOS
Tras el relativo éxito en colonizar las islas a fines del siglo XIX, la llegada de más ecuatorianos con fines comerciales se incrementaron. Uno de aquellos prominentes comerciantes fue Manuel J, Cobos quien se asentó en la isla San Cristóbal fundando la hacienda "El Progreso" logrando lo que muchos jamás pudieron - ni siquiera en el Ecuador continental - hacer rentables los recursos naturales de la isla de manera continua y progresiva.
Y uno de esos recursos eran las tortugas galápagos con su carne y aceite, todo era procesado y enviado a tierra firme donde eran consumidos en las grandes ciudades ecuatorianas, y entre aquellos navegantes extranjeros que circundaban el archipiélago.
No hay registros exactos, pero la mente empresarial de Cobos no tuvo piedad y arrasaba con todo lo que diera beneficio económico y sin ninguna ley que lo regule o lo supervise. Incluso la carne y las pieles de los leones marinos eran un bien preciado a exportar. También comerció con los balleneros que aún llegaban a San Cristóbal para ofrecer su aceite de ballena, necesario para el alumbrado público de Guayaquil y Quito, rubro que le dejó enormes ganancias y un prestigio en las ciudades ecuatorianas.
EL TURISMO Y UNA NUEVA DEPREDACIÓN
Jonathan un ejemplar que si bien no proviene de las islas Galápagos, está ahora en E.E.U.U. y se considera la tortuga más antigua aún viva. La foto fue tomada en la década de 1880
Jonathan de 190 años con su cuidador Joe Hollins en la isla Santa Elena. Jonathan llegó desde las islas Seychelles en 1882 cuando solo tenía 50 años
Pero mientras se desarrollaba el turismo en las islas de forma incipiente, la legislación para controlarlo iba rezagada. En 1969 empezó el crucero navegable Lina A del empresario Luis Eduardo Proaño entonces propietario de Metropolitan Touring. Antes de ese año era frecuente ver fotos de turistas abrazando iguanas, cabalgando sobre tortugas gigantes o llevándose algún animal disecado o vivo como recuerdo.
Otra referencia de lo fácil que era llevarse las tortugas de Galápagos si se contaba con el espacio y los recursos adecuados lo extraemos del relato de Fernando Ortiz Crespo hecho en 1997, en el que cuenta como el millonario estadounidense “Vincent Astor se llevó una tortuga macho de 500 libras y 200 huevos de tortuga parcialmente incubados” a Bermuda en 1937.
Era la costumbre de las instituciones públicas del Ecuador tener tortugas de Galápagos como mascotas. El Colegio Mejía tenía seis, dos como esas tortugas recuperadas fueron las que se intercambiaron con Corea. En la ESPOL de Guayaquil tenían varios ejemplares, apropósito de que su logo era una tortuguita con lentes.
Maria del Carmen Cajas, recuerda que en su infancia cabalgaba con sus hermanos sobre una tortuga gigante en su casa en Guayaquil:
"La tortuga de Galápagos la trajo mi padre, el capitán de navío Alfredo Cajas Vallejo, en el último viaje que hizo al mando de la fragata de la Armada del Ecuador que se encargaba de aprovisionar las islas. Se la dieron como recuerdo la comunidad, eso fue hace 69 años. Luego de un año un amigo de la familia que era médico de Chile, que es la patria de mi madre, se la llevó a un mejor sitio. Hoy me avergüenza haber mantenido en mi familia un animal majestuoso como esa tortuga. Eran otros tiempos, no nos imaginábamos lo que se vive ahora".
A continuación vemos varias fotos a través de los años, donde las tortugas sirven como animal de entretenimiento, algunas fotos fueron tomadas en zoológicos, otras eran tortugas que pertenecían a colecciones privadas extranjeras. Si bien el cargar personas en su lomo a manera de caballo no les genera dolor; la presión y la angustia de ponerlos a disposición durante largos periodos de tiempo y soportar personas de diferente peso, no es aconsable. Pero vemos que es una tradición que aun se mantiene.
CUANDO LA CIENCIA ES LA ENEMIGA
Civallero reporta que hasta 1928 se llevaron 440 tortugas gigantes con fines científicos: “Un científico de apellido Beck fue la última persona en ver una tortuga gigante en Fernandina, cuando la vio la mató. El cuerpo disecado de esa tortuga está en el Museo de Historia Natural de San Francisco”.
Para dimensionar la "exportación no oficial de tortugas galápagos", se debe reconocer que control de las especies de Galápagos es reciente. En 1984, Ecuador empezó a aplicar las regulaciones y para 1998 se prohibió la movilización de cualquier especie de flora o fauna, pero esto no ha detenido a los traficantes.
También los esfuerzos por evitar la extinción de las Galápagos no han cesado al igual que el comercio ilegal. En Internet se las oferta de todas las edades. En Estados Unidos, por lo menos 77 personas tienen autorización para criar en cautiverio tortugas endémicas de las islas de Ecuador y nuestra ley no tiene jurisdicción allá,
EL DEPREDADOR VIVE AÚN EN GALÁPAGOS
No obstante, en Isabela también hay ciudadanos comprometidos con la supervivencia de las tortugas. Un ejemplo es Milton Naranjo Acosta quien, encontró una tortuga en diciembre del 2020, en su finca ubicada en Cerro Verde, la zona rural de Isabela. Naranjo llamó a las autoridades y la entregó a los guardaparques del Parque Nacional Galápagos. Según relata, la tortuga no había sido registrada por el personal del Parque Nacional y la entregó “para evitar que la tortuga sea víctima de la delincuencia”.
CONSERVACIÓN
Muchas de las subespecies de tortugas están catalogadas en peligro o en peligro crítico y se hallan estrictamente protegidas por el gobierno ecuatoriano desde 1970, así como por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), que prohíbe todo comercio internacional, pero es necesario que los gobiernos de los demás países cooperen.
En 1959, el gobierno ecuatoriano creó el Parque Nacional Galápagos para proteger el hábitat de las tortugas. Los esfuerzos de cría en cautiverio en Galápagos están dando resultados positivos. Galápagos Conservancy ha criado en cautiverio a más de 7.000 tortugas de varias especies y las ha liberado a la naturaleza. Chelonoidis hoodensis, una especie de la isla Española, ha pasado de una población de solo 14 tortugas a más de mil.
En 2021, los científicos confirmaron el descubrimiento en el año de 2019 de una tortuga gigante Fernandina (Chelonoidis phantastica), una especie que antes se creía extinta. La tortuga hembra ha sido llevada a un centro de reproducción.
En 2012, la muerte del Solitario George - de mas de 100 años - se convirtió en un símbolo mundial de la necesidad de proteger a las especies en peligro de extinción. Como el último de su especie. Su muerte también marcó la extinción de la tortuga de la Isla Pinta (Chelonoidis abingdonii).
El Solitario George en exhibición en la Estación Charles Darwin.
Y con este icono de la naturaleza, terminamos con este triste, pero contundente relato con sabor a denuncia. Recuerde, no compre animales salvajes o exóticos, no sea cómplice y denuncie a los vendedores y toda actividad ilícita. Aún es tiempo de actuar.
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